21/9/08

CINE: “De la guerre”, dirigida por Bertrand Bonello

El público de la Sala Leopoldo Lugones, del Teatro San Martín, no es un público pasivo, respetuoso, silencioso. Parece cubano: transgrediendo todas las convenciones del comportamiento en una sala de cine, se permite participar activamente, rientemente (la mayoría de las veces), de la proyección. No se confunda Ud., no es es tipo de público pochoclero, ruidoso, abridor de paquetitos eternos, celular-dependiente. No, señor! Esta gente se educó en el cine, viene a ver cine del bueno, del raro, de autor, y cuando ríe lo hace cómplicemente, como si el director o directora de la película en cuestión le estuviese dedicando especialmente un chistecito entre amigos. Es un público que “entiende” lo que le están diciendo desde la pantalla. Aveces, al borde de la exasperación.
“De la guerre” no es una película fácil. Lo parece al principio; uno tiene la sensación de hallarse una vez más con un testimonio del humor negro, inteligente, que últimamente nos viene en pantalla gigante desde el Viejo Mundo (recordemos la exitosa “Muerte en un funeral”), pero cualquier similitud con este tipo de código se derrumba a los pocos minutos. A pesar de que el protagonista (¡otra vez Mathieu Amalric!, como en las últimas cuatro o cinco películas francesas que hemos visto) luce obsesionado por el tema de la muerte. Porque en definitiva, lo que descubrimos todos allí (activos y pasivos espectadores de la sala Lugones) es que este personaje no está obsesionado con la muerte sino que se siente sumido en la melancolía. El cruce con un ocasional caballero de la noche lo lleva a descubrir un mundo más allá del alboroto citadino, más allá de la nada. Una especie de paraíso terrenal en el medio del bosque.
“De la guerre” (denominada así en homenaje al tratado de Karl von Clausewitz, cuya estructura da cuerpo a las distintas partes de la película) dice que la vida es lucha, que quien se cree sólo un sobreviviente es en realidad un ser vivo que pelea todavía, que para estar bien hay que plantar batalla. A veces hasta morir.
Con música de Bob Dylan (inspiración vital del personaje protagónico), y algunas piezas electrónicas, la película brinda dos horas ininterrumpidas detrás de las paredes de un mundo de bellas gurúes (Asia Argento) e idealistas guerreros (Guillaume Depardieu), de rituales y ceremonias, de iniciados que por momentos se carajean pero que finalmente cumplen con su premisa: “cuando estás adentro, nada es ridículo”.


Victoria Cutro

1 pasteles:

agradable leer sobre la lugones! con tanto cariño...
javier p

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